Beber agua es uno de esos gestos tan cotidianos que rara vez pensamos en sus efectos más allá de calmar la sed. Sin embargo, un equipo de investigadores de la Liverpool John Moores University descubrió que la hidratación tiene un papel directo en la forma en que el cuerpo responde al estrés. Sus resultados, publicados en Journal of Applied Physiology en agosto de 2025, muestran que las personas con bajo consumo diario de líquidos presentan una reacción hormonal mucho más intensa ante situaciones estresantes. El estudio se centró en el cortisol, conocido como la hormona del estrés. Tener picos ocasionales de esta sustancia es normal, pero niveles excesivos y frecuentes están vinculados a mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes y depresión. Lo que ahora sabemos con mayor claridad es que algo tan simple como beber poca agua puede amplificar esas subidas de cortisol. Para llegar a esta conclusión, los científicos siguieron a 32 adultos sanos, seleccionados de entre más de 60 voluntarios. Los dividieron en dos grupos: uno con bajo consumo de líquidos (menos de 1,5 litros diarios) y otro con ingestas acordes a las recomendaciones (2 litros para mujeres y 2,5 litros para hombres). Tras una semana controlando sus hábitos, pusieron a prueba su resistencia al estrés con un experimento ya clásico en psicología. Una entrevista falsa y un cálculo mental: así se mide el estrés Para provocar una reacción controlada, los investigadores recurrieron al Trier Social Stress Test, un protocolo que simula experiencias cotidianas de presión. Los participantes debían enfrentarse a una entrevista laboral ficticia y resolver problemas matemáticos de cabeza frente a un jurado. Aunque pueda sonar sencillo, este método es reconocido por generar ansiedad y activar con fiabilidad la respuesta fisiológica del estrés. Durante la prueba, ambos grupos mostraron un aumento de la frecuencia cardíaca y de la ansiedad percibida. Sin embargo, las diferencias se hicieron visibles al medir la saliva: solo el grupo con bajo consumo de líquidos liberó un incremento significativo de cortisol. En promedio, su respuesta hormonal fue más de un 50 % superior a la del grupo mejor hidratado. Curiosamente, los participantes con menor ingesta de agua no declararon sentirse más sedientos, pero sus muestras de orina eran más oscuras y concentradas, una señal clara de que su organismo estaba en un estado de hidratación deficiente. Esto confirma que el cuerpo puede estar deshidratado aunque no lo percibamos conscientemente. El papel oculto de la vasopresina Para comprender el vínculo entre agua y estrés, los científicos observaron otro actor clave: la vasopresina, una hormona que regula la retención de líquidos en los riñones. Cuando el cuerpo detecta que falta agua, libera vasopresina para conservarla, pero esto no ocurre sin consecuencias. Además de actuar sobre los riñones, la vasopresina también estimula el hipotálamo, el centro cerebral que regula el estrés. Esa doble función significa que, en condiciones de deshidratación, el organismo no solo trabaja más para conservar agua, sino que también intensifica la liberación de cortisol. Es decir, la falta de líquidos puede poner en marcha un círculo vicioso donde el cuerpo sufre más estrés del necesario. Los investigadores señalan que, a largo plazo, esta sobrecarga hormonal podría debilitar órganos y sistemas : desde el corazón y los vasos sanguíneos, hasta el metabolismo y la salud mental. Por eso, insisten en la importancia de atender las recomendaciones oficiales de ingesta de líquidos diarias. Los datos del estudio no dejan lugar a dudas. El grupo de bajo consumo, con 1,3 litros diarios en promedio, presentó un aumento de cortisol tras el test de estrés de 6,2 nmol/L. En contraste, el grupo de alto consumo, que bebía 4,4 litros diarios, mostró solo un incremento de 4,0 nmol/L. Más allá de las cifras, lo relevante es que los investigadores observaron una correlación clara entre el estado de hidratación y la intensidad de la respuesta hormonal. Cuanto más concentrada y oscura era la orina de los participantes, mayor era el pico de cortisol. La relación fue tan sólida que alcanzó un coeficiente de correlación de R = 0,7 (P < 0.001), un valor estadísticamente muy significativo. Estos hallazgos refuerzan la idea de que la hidratación no es solo un asunto de bienestar momentáneo, sino un factor que puede influir directamente en la salud a largo plazo. Mantener un buen equilibrio de líquidos en el organismo podría ser una estrategia sencilla pero poderosa para reducir la vulnerabilidad ante el estrés. Más que sed: una cuestión de salud pública El estudio también destierra la idea de que basta con “beber cuando se tiene sed”. De hecho, el grupo menos hidratado no reportó sentirse más sediento, a pesar de que sus muestras biológicas mostraban lo contrario. Esto sugiere que confiar únicamente en la sensación de sed puede no ser suficiente para garantizar una buena hidratación. Por eso, los expertos recuerdan que la orina clara o ligeramente amarilla es uno de los indicadores más sencillos para evaluar si estamos bien hidratados. Además, recomiendan adaptar el consumo de agua a las circunstancias: en días calurosos, durante el ejercicio físico o en momentos de mucho trabajo intelectual, las necesidades de líquidos suelen aumentar. El mensaje es claro: hidratarse es también una forma de prevención. Beber suficiente agua cada día no solo ayuda a mantener el equilibrio físico, sino que puede tener un impacto duradero en la forma en que el cuerpo y la mente enfrentan el estrés cotidiano. Agua contra el estrés: lo que podemos aprender Aunque los investigadores subrayan que harán falta más estudios a largo plazo, los resultados ya ofrecen una lección práctica: mantener una botella de agua cerca podría ser tan importante como dormir bien o alimentarse de forma equilibrada. El profesor Neil Walsh, fisiólogo de la Universidad John Moores de Liverpool y líder del equipo, lo resume con sencillez: Estar hidratado puede ayudar a tu cuerpo a manejar el estrés de manera más efectiva. Esto cobra especial sentido en contextos de alta presión, como una presentación laboral, un examen o un día cargado de responsabilidades. En un mundo donde el estrés crónico se ha convertido en un enemigo silencioso, esta investigación aporta un recordatorio poderoso: algo tan básico como beber agua puede marcar la diferencia en cómo vivimos el día a día y en la salud de los años futuros.
Los perros no actúan por capricho, ni por desobediencia. Toman decisiones basadas en lo que su cuerpo y emociones perciben como seguro, conocido y reforzado. Si un perro hace algo “que no nos gusta”, es una respuesta funcional para él en ese momento, no una falta de respeto. Nuestra tarea como familias humanas es enseñarles, con paciencia y coherencia, cuáles son las mejores decisiones que pueden tomar en cada contexto. Cómo toman decisiones los perros? Respuesta a estímulos: Los perros no toman decisiones pensando en bueno vs. malo. Su cerebro procesa y evalúa estímulos para determinar su respuesta. Detección del estrés humano: Los perros pueden oler el estrés en los humanos, y esto puede influir en sus propias decisiones, llevándolos a comportarse de manera más cautelosa o pesimista. Relevancia del estado emocional: Al igual que los humanos, un perro nervioso o sobreexcitado por el estrés o la excitación no está en el mejor estado para tomar decisiones. La sobreexcitación puede afectar la función de sus neuronas, lo que impacta en la elección. ¿Cómo se puede influir en sus decisiones? Mantener la calma: Fomentar la calma en tu perro es esencial. Un entorno tranquilo le permite estar en un estado mental adecuado para tomar mejores decisiones. Entrenamiento: El entrenamiento, como el que se usa para perros guardianes, puede ayudar a los perros a ser más tranquilos y seguros bajo presión, desarrollando su estabilidad y capacidad de adaptación. Práctica de autocontrol: Juegos como jalar la cuerda pueden enseñar a tu perro el autocontrol emocional, reforzando su capacidad para tomar decisiones adecuadas. Entorno adecuado: Asegúrate de que el entorno ofrezca suficientes salidas para que el perro pueda expresar comportamientos normales.
Un estudio de la Universidad de Columbia ha descubierto que el aroma de nuestra pareja o de un ser conocido y afín a nosotros puede ayudar a reducir los niveles de estrés. Las pruebas se han realizado con un total de 96 parejas de sexo opuesto. A los hombres se les entregó una camiseta nueva para que las impregnaran con su aroma natural durante 24 horas, sin “contaminarlas” con otros olores como colonias, cremas, tabaco o comida. Estas prendas fueron posteriormente congeladas para su preservación. Las mujeres, por otra parte, fueron las encargadas de olerlas y diferenciarlas, puesto que su capacidad olfativa está más desarrollada que la de los varones. Marlise Hofer, autora principal del estudio y psicóloga, asegura que muchas personas usan la camisa de su compañero o duermen en el lado de su pareja cuando esta no está. Pero, pueden no darse cuenta por qué se involucran en estos comportamientos. Nuestros hallazgos sugieren que el aroma de un compañero solo, incluso sin su presencia física, puede ser una herramienta poderosa para ayudar a reducir el estrés. Las voluntarias del experimento fueron asignadas al azar para oler estas prendas. Las camisetas podían ser totalmente nuevas, usadas por su pareja o por otro de los sujetos que se sometieron a la prueba. Sin saber cuál se les había dado a cada una, pasaron por tres pruebas diferentes : una entrevista simulada, un examen matemático y una muestra de saliva para medir sus niveles de cortisol. Por último, se sometieron a un test de preguntas sobre su nivel de estrés en cada una de estas actividades. Descubrieron que las mujeres que habían olido la camisa de su compañero se sentían menos estresadas, tanto antes como después de la prueba de esfuerzo. Aquellos que olieron la camisa de su pareja y también identificaron correctamente el olor también tenían niveles más bajos de cortisol, lo que sugiere que los beneficios de reducir el estrés del aroma de la pareja son más fuertes cuando las mujeres saben lo que están oliendo. Por el contrario, las mujeres que habían olido el aroma de un desconocido presentaban niveles más altos de esta hormona a lo largo de la prueba de medición de estrés. Un fenómeno relacionado con la evolución Los autores del proyecto especulan que los factores evolutivos podrían influir en por qué el olor de un desconocido afecta nuestros niveles de cortisol. Desde una edad temprana, los humanos temen a los extraños, especialmente a los hombres desconocidos, por lo que es posible que un aroma masculino poco familiar desencadene la respuesta de ‘lucha o huida’ que conduce a un aumento del cortisol, explica Hofer. Añade, además, que esto podría suceder sin que seamos plenamente conscientes de ello. Frances Chen, otra de las autoras principales del estudio y profesora de la Universidad de Columbia, ha asegurado que los hallazgos podrían tener implicaciones prácticas para ayudar a las personas a lidiar con situaciones estresantes cuando están lejos de sus seres queridos. Según ella, con la globalización, la gente viaja cada vez más por el trabajo y se muda a nuevas ciudades. Nuestra investigación sugiere que algo tan simple como llevar una prenda de vestir que usó su ser querido podría ayudar a reducir los niveles de estrés cuando está lejos de su hogar.
El segundo semestre del año suele ser especialmente exigente para trabajadores y trabajadoras. A las metas laborales y procesos de cierre se suman compromisos personales y sociales, generando una carga emocional significativa que puede terminar en episodios de estrés. Ante este escenario, desde Mutual de Seguridad hacen un llamado a identificar a tiempo los síntomas del estrés para tomar acciones tendientes a aminorarlos o pedir ayuda, en caso de ser necesario. El estrés en el fondo es una reacción natural que tiene el organismo frente a un estímulo que nosotros vamos a percibir como amenazante, explicó Carolina Villas, psicóloga clínica de Mutual. Sin embargo, agrega la especialista, cuando esto se mantiene en el tiempo y genera trastornos del sueño, tensión muscular, problemas gástricos o alteraciones del ánimo, se vuelve necesario consultar con un especialista. Más de tres semanas con esta sintomatología… ya eso es un indicador de que tengo que consultar, advierte Carolina Villas. Entre las señales de alerta, la psicóloga destaca la aparición de ansiedad, insomnio, irritabilidad o episodios depresivos. El sueño tiene un efecto directo en cómo nosotros vamos a funcionar al día siguiente. Si no descanso, voy a estar más ansioso, más agotado y no voy a funcionar de manera habitual, ni en lo laboral ni en lo personal, agrega. Frente a esto, una de las principales recomendaciones es organizar y planificar el día. La organización nos va a dar un poco más de control, que es lo que el estrés nos quita, señala Villas. También enfatiza en aprender a diferenciar entre lo urgente y lo importante, y pedir ayuda cuando sea necesario, tanto a compañeros como a jefaturas. Desde una perspectiva organizacional, Cinthya Ríos, psicóloga laboral de Mutual de Seguridad, destaca que uno de los principales desafíos es gestionar los riesgos psicosociales, entendidos como las condiciones laborales que pueden impactar positiva o negativamente en la salud de los trabajadores. Entre ellos se encuentran los estilos de liderazgo, la carga de trabajo, las relaciones entre compañeros y la existencia de recursos suficientes. El desafío es cómo transformar esas condiciones en factores protectores, y no en riesgos, sostiene Ríos. Para ello, es clave aplicar el Protocolo de Vigilancia de Riesgos Psicosociales, que permite diagnosticar y tomar acciones concretas, como redistribuir cargas laborales en periodos críticos. Asimismo, Ríos valoró el impacto de nuevas normativas como la Ley Karin y el Decreto Supremo N° 44, que han puesto la salud mental en primera línea, y llevando a muchas empresas a incluirla en su planificación estratégica. Mutual de Seguridad, añadió la profesional, apoya este proceso con herramientas como su modelo de bienestar mental laboral, asistencia técnica y campañas preventivas. Finalmente, Ríos hizo un llamado a fomentar la comunicación y la seguridad psicológica en los equipos. La comunicación tiene que ser clara, directa y permitir que las personas trabajadoras expresen sus dificultades. Además, es fundamental crear espacios donde se puedan cometer errores sin temor a humillaciones o represalias, concluyó.
Una reciente investigación española, liderada por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), sugiere una fuerte asociación entre eventos estresantes específicos y cambios cerebrales vinculados al alzhéimer. Publicado en la prestigiosa revista Neurology, el estudio diferencia el impacto del duelo por la pérdida de la pareja de las dificultades económicas, revelando además diferencias significativas según el género y el nivel educativo de las personas. El estudio, realizado en colaboración con el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), analizó a 1.200 personas sin deterioro cognitivo, muchas con historial familiar de alzhéimer. Mediante resonancias magnéticas y análisis de biomarcadores en el líquido cefalorraquídeo, los científicos buscaron alteraciones que pueden aparecer años antes de los primeros síntomas de la enfermedad. Los resultados mostraron que el duelo por el fallecimiento de la pareja se asociaba con cambios en los biomarcadores del alzhéimer. Específicamente, se observó una menor proporción de la proteína beta amiloide 42/40 (un indicador temprano de la enfermedad) y niveles más altos de proteína tau fosforilada y neurogranina, que indican daño y pérdida de conexiones neuronales. Por otro lado, vivir situaciones de estrés económico, como el desempleo o pérdidas financieras importantes, se relacionó con cambios estructurales en el cerebro, concretamente con una reducción del volumen de la materia gris en áreas clave para la regulación emocional y la memoria. Desigualdad y vulnerabilidad: El rol del género y la educación Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es que el impacto del estrés no es uniforme. Las alteraciones cerebrales varían notablemente según el género. Por ejemplo, la muerte de la pareja afectó más los niveles de beta amiloide en los hombres, mientras que el daño neuronal (tau) fue más pronunciado en las mujeres. En el ámbito económico, el desempleo tuvo un mayor impacto estructural en el cerebro masculino, mientras que las pérdidas económicas lo tuvieron en el femenino. Además, el estudio refuerza la idea de que los determinantes sociales son cruciales. Las alteraciones biológicas vinculadas al duelo fueron más acentuadas en personas con menor nivel educativo. Esto se alinea con investigaciones previas que muestran que las mujeres y los grupos con menos recursos educativos no solo sufren más eventos estresantes a lo largo de su vida, sino que también presentan una mayor prevalencia de alzhéimer. Estos hallazgos subrayan cómo las experiencias vitales y las desigualdades sociales pueden moldear la salud cerebral, aumentando la vulnerabilidad a enfermedades neurodegenerativas y abriendo nuevas vías para entender y prevenir el alzhéimer.
Beber agua es uno de esos gestos tan cotidianos que rara vez pensamos en sus efectos más allá de calmar la sed. Sin embargo, un equipo de investigadores de la Liverpool John Moores University descubrió que la hidratación tiene un papel directo en la forma en que el cuerpo responde al estrés. Sus resultados, publicados en Journal of Applied Physiology en agosto de 2025, muestran que las personas con bajo consumo diario de líquidos presentan una reacción hormonal mucho más intensa ante situaciones estresantes. El estudio se centró en el cortisol, conocido como la hormona del estrés. Tener picos ocasionales de esta sustancia es normal, pero niveles excesivos y frecuentes están vinculados a mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes y depresión. Lo que ahora sabemos con mayor claridad es que algo tan simple como beber poca agua puede amplificar esas subidas de cortisol. Para llegar a esta conclusión, los científicos siguieron a 32 adultos sanos, seleccionados de entre más de 60 voluntarios. Los dividieron en dos grupos: uno con bajo consumo de líquidos (menos de 1,5 litros diarios) y otro con ingestas acordes a las recomendaciones (2 litros para mujeres y 2,5 litros para hombres). Tras una semana controlando sus hábitos, pusieron a prueba su resistencia al estrés con un experimento ya clásico en psicología. Una entrevista falsa y un cálculo mental: así se mide el estrés Para provocar una reacción controlada, los investigadores recurrieron al Trier Social Stress Test, un protocolo que simula experiencias cotidianas de presión. Los participantes debían enfrentarse a una entrevista laboral ficticia y resolver problemas matemáticos de cabeza frente a un jurado. Aunque pueda sonar sencillo, este método es reconocido por generar ansiedad y activar con fiabilidad la respuesta fisiológica del estrés. Durante la prueba, ambos grupos mostraron un aumento de la frecuencia cardíaca y de la ansiedad percibida. Sin embargo, las diferencias se hicieron visibles al medir la saliva: solo el grupo con bajo consumo de líquidos liberó un incremento significativo de cortisol. En promedio, su respuesta hormonal fue más de un 50 % superior a la del grupo mejor hidratado. Curiosamente, los participantes con menor ingesta de agua no declararon sentirse más sedientos, pero sus muestras de orina eran más oscuras y concentradas, una señal clara de que su organismo estaba en un estado de hidratación deficiente. Esto confirma que el cuerpo puede estar deshidratado aunque no lo percibamos conscientemente. El papel oculto de la vasopresina Para comprender el vínculo entre agua y estrés, los científicos observaron otro actor clave: la vasopresina, una hormona que regula la retención de líquidos en los riñones. Cuando el cuerpo detecta que falta agua, libera vasopresina para conservarla, pero esto no ocurre sin consecuencias. Además de actuar sobre los riñones, la vasopresina también estimula el hipotálamo, el centro cerebral que regula el estrés. Esa doble función significa que, en condiciones de deshidratación, el organismo no solo trabaja más para conservar agua, sino que también intensifica la liberación de cortisol. Es decir, la falta de líquidos puede poner en marcha un círculo vicioso donde el cuerpo sufre más estrés del necesario. Los investigadores señalan que, a largo plazo, esta sobrecarga hormonal podría debilitar órganos y sistemas : desde el corazón y los vasos sanguíneos, hasta el metabolismo y la salud mental. Por eso, insisten en la importancia de atender las recomendaciones oficiales de ingesta de líquidos diarias. Los datos del estudio no dejan lugar a dudas. El grupo de bajo consumo, con 1,3 litros diarios en promedio, presentó un aumento de cortisol tras el test de estrés de 6,2 nmol/L. En contraste, el grupo de alto consumo, que bebía 4,4 litros diarios, mostró solo un incremento de 4,0 nmol/L. Más allá de las cifras, lo relevante es que los investigadores observaron una correlación clara entre el estado de hidratación y la intensidad de la respuesta hormonal. Cuanto más concentrada y oscura era la orina de los participantes, mayor era el pico de cortisol. La relación fue tan sólida que alcanzó un coeficiente de correlación de R = 0,7 (P < 0.001), un valor estadísticamente muy significativo. Estos hallazgos refuerzan la idea de que la hidratación no es solo un asunto de bienestar momentáneo, sino un factor que puede influir directamente en la salud a largo plazo. Mantener un buen equilibrio de líquidos en el organismo podría ser una estrategia sencilla pero poderosa para reducir la vulnerabilidad ante el estrés. Más que sed: una cuestión de salud pública El estudio también destierra la idea de que basta con “beber cuando se tiene sed”. De hecho, el grupo menos hidratado no reportó sentirse más sediento, a pesar de que sus muestras biológicas mostraban lo contrario. Esto sugiere que confiar únicamente en la sensación de sed puede no ser suficiente para garantizar una buena hidratación. Por eso, los expertos recuerdan que la orina clara o ligeramente amarilla es uno de los indicadores más sencillos para evaluar si estamos bien hidratados. Además, recomiendan adaptar el consumo de agua a las circunstancias: en días calurosos, durante el ejercicio físico o en momentos de mucho trabajo intelectual, las necesidades de líquidos suelen aumentar. El mensaje es claro: hidratarse es también una forma de prevención. Beber suficiente agua cada día no solo ayuda a mantener el equilibrio físico, sino que puede tener un impacto duradero en la forma en que el cuerpo y la mente enfrentan el estrés cotidiano. Agua contra el estrés: lo que podemos aprender Aunque los investigadores subrayan que harán falta más estudios a largo plazo, los resultados ya ofrecen una lección práctica: mantener una botella de agua cerca podría ser tan importante como dormir bien o alimentarse de forma equilibrada. El profesor Neil Walsh, fisiólogo de la Universidad John Moores de Liverpool y líder del equipo, lo resume con sencillez: Estar hidratado puede ayudar a tu cuerpo a manejar el estrés de manera más efectiva. Esto cobra especial sentido en contextos de alta presión, como una presentación laboral, un examen o un día cargado de responsabilidades. En un mundo donde el estrés crónico se ha convertido en un enemigo silencioso, esta investigación aporta un recordatorio poderoso: algo tan básico como beber agua puede marcar la diferencia en cómo vivimos el día a día y en la salud de los años futuros.
Los perros no actúan por capricho, ni por desobediencia. Toman decisiones basadas en lo que su cuerpo y emociones perciben como seguro, conocido y reforzado. Si un perro hace algo “que no nos gusta”, es una respuesta funcional para él en ese momento, no una falta de respeto. Nuestra tarea como familias humanas es enseñarles, con paciencia y coherencia, cuáles son las mejores decisiones que pueden tomar en cada contexto. Cómo toman decisiones los perros? Respuesta a estímulos: Los perros no toman decisiones pensando en bueno vs. malo. Su cerebro procesa y evalúa estímulos para determinar su respuesta. Detección del estrés humano: Los perros pueden oler el estrés en los humanos, y esto puede influir en sus propias decisiones, llevándolos a comportarse de manera más cautelosa o pesimista. Relevancia del estado emocional: Al igual que los humanos, un perro nervioso o sobreexcitado por el estrés o la excitación no está en el mejor estado para tomar decisiones. La sobreexcitación puede afectar la función de sus neuronas, lo que impacta en la elección. ¿Cómo se puede influir en sus decisiones? Mantener la calma: Fomentar la calma en tu perro es esencial. Un entorno tranquilo le permite estar en un estado mental adecuado para tomar mejores decisiones. Entrenamiento: El entrenamiento, como el que se usa para perros guardianes, puede ayudar a los perros a ser más tranquilos y seguros bajo presión, desarrollando su estabilidad y capacidad de adaptación. Práctica de autocontrol: Juegos como jalar la cuerda pueden enseñar a tu perro el autocontrol emocional, reforzando su capacidad para tomar decisiones adecuadas. Entorno adecuado: Asegúrate de que el entorno ofrezca suficientes salidas para que el perro pueda expresar comportamientos normales.
Un estudio de la Universidad de Columbia ha descubierto que el aroma de nuestra pareja o de un ser conocido y afín a nosotros puede ayudar a reducir los niveles de estrés. Las pruebas se han realizado con un total de 96 parejas de sexo opuesto. A los hombres se les entregó una camiseta nueva para que las impregnaran con su aroma natural durante 24 horas, sin “contaminarlas” con otros olores como colonias, cremas, tabaco o comida. Estas prendas fueron posteriormente congeladas para su preservación. Las mujeres, por otra parte, fueron las encargadas de olerlas y diferenciarlas, puesto que su capacidad olfativa está más desarrollada que la de los varones. Marlise Hofer, autora principal del estudio y psicóloga, asegura que muchas personas usan la camisa de su compañero o duermen en el lado de su pareja cuando esta no está. Pero, pueden no darse cuenta por qué se involucran en estos comportamientos. Nuestros hallazgos sugieren que el aroma de un compañero solo, incluso sin su presencia física, puede ser una herramienta poderosa para ayudar a reducir el estrés. Las voluntarias del experimento fueron asignadas al azar para oler estas prendas. Las camisetas podían ser totalmente nuevas, usadas por su pareja o por otro de los sujetos que se sometieron a la prueba. Sin saber cuál se les había dado a cada una, pasaron por tres pruebas diferentes : una entrevista simulada, un examen matemático y una muestra de saliva para medir sus niveles de cortisol. Por último, se sometieron a un test de preguntas sobre su nivel de estrés en cada una de estas actividades. Descubrieron que las mujeres que habían olido la camisa de su compañero se sentían menos estresadas, tanto antes como después de la prueba de esfuerzo. Aquellos que olieron la camisa de su pareja y también identificaron correctamente el olor también tenían niveles más bajos de cortisol, lo que sugiere que los beneficios de reducir el estrés del aroma de la pareja son más fuertes cuando las mujeres saben lo que están oliendo. Por el contrario, las mujeres que habían olido el aroma de un desconocido presentaban niveles más altos de esta hormona a lo largo de la prueba de medición de estrés. Un fenómeno relacionado con la evolución Los autores del proyecto especulan que los factores evolutivos podrían influir en por qué el olor de un desconocido afecta nuestros niveles de cortisol. Desde una edad temprana, los humanos temen a los extraños, especialmente a los hombres desconocidos, por lo que es posible que un aroma masculino poco familiar desencadene la respuesta de ‘lucha o huida’ que conduce a un aumento del cortisol, explica Hofer. Añade, además, que esto podría suceder sin que seamos plenamente conscientes de ello. Frances Chen, otra de las autoras principales del estudio y profesora de la Universidad de Columbia, ha asegurado que los hallazgos podrían tener implicaciones prácticas para ayudar a las personas a lidiar con situaciones estresantes cuando están lejos de sus seres queridos. Según ella, con la globalización, la gente viaja cada vez más por el trabajo y se muda a nuevas ciudades. Nuestra investigación sugiere que algo tan simple como llevar una prenda de vestir que usó su ser querido podría ayudar a reducir los niveles de estrés cuando está lejos de su hogar.
El segundo semestre del año suele ser especialmente exigente para trabajadores y trabajadoras. A las metas laborales y procesos de cierre se suman compromisos personales y sociales, generando una carga emocional significativa que puede terminar en episodios de estrés. Ante este escenario, desde Mutual de Seguridad hacen un llamado a identificar a tiempo los síntomas del estrés para tomar acciones tendientes a aminorarlos o pedir ayuda, en caso de ser necesario. El estrés en el fondo es una reacción natural que tiene el organismo frente a un estímulo que nosotros vamos a percibir como amenazante, explicó Carolina Villas, psicóloga clínica de Mutual. Sin embargo, agrega la especialista, cuando esto se mantiene en el tiempo y genera trastornos del sueño, tensión muscular, problemas gástricos o alteraciones del ánimo, se vuelve necesario consultar con un especialista. Más de tres semanas con esta sintomatología… ya eso es un indicador de que tengo que consultar, advierte Carolina Villas. Entre las señales de alerta, la psicóloga destaca la aparición de ansiedad, insomnio, irritabilidad o episodios depresivos. El sueño tiene un efecto directo en cómo nosotros vamos a funcionar al día siguiente. Si no descanso, voy a estar más ansioso, más agotado y no voy a funcionar de manera habitual, ni en lo laboral ni en lo personal, agrega. Frente a esto, una de las principales recomendaciones es organizar y planificar el día. La organización nos va a dar un poco más de control, que es lo que el estrés nos quita, señala Villas. También enfatiza en aprender a diferenciar entre lo urgente y lo importante, y pedir ayuda cuando sea necesario, tanto a compañeros como a jefaturas. Desde una perspectiva organizacional, Cinthya Ríos, psicóloga laboral de Mutual de Seguridad, destaca que uno de los principales desafíos es gestionar los riesgos psicosociales, entendidos como las condiciones laborales que pueden impactar positiva o negativamente en la salud de los trabajadores. Entre ellos se encuentran los estilos de liderazgo, la carga de trabajo, las relaciones entre compañeros y la existencia de recursos suficientes. El desafío es cómo transformar esas condiciones en factores protectores, y no en riesgos, sostiene Ríos. Para ello, es clave aplicar el Protocolo de Vigilancia de Riesgos Psicosociales, que permite diagnosticar y tomar acciones concretas, como redistribuir cargas laborales en periodos críticos. Asimismo, Ríos valoró el impacto de nuevas normativas como la Ley Karin y el Decreto Supremo N° 44, que han puesto la salud mental en primera línea, y llevando a muchas empresas a incluirla en su planificación estratégica. Mutual de Seguridad, añadió la profesional, apoya este proceso con herramientas como su modelo de bienestar mental laboral, asistencia técnica y campañas preventivas. Finalmente, Ríos hizo un llamado a fomentar la comunicación y la seguridad psicológica en los equipos. La comunicación tiene que ser clara, directa y permitir que las personas trabajadoras expresen sus dificultades. Además, es fundamental crear espacios donde se puedan cometer errores sin temor a humillaciones o represalias, concluyó.
Una reciente investigación española, liderada por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), sugiere una fuerte asociación entre eventos estresantes específicos y cambios cerebrales vinculados al alzhéimer. Publicado en la prestigiosa revista Neurology, el estudio diferencia el impacto del duelo por la pérdida de la pareja de las dificultades económicas, revelando además diferencias significativas según el género y el nivel educativo de las personas. El estudio, realizado en colaboración con el Barcelonaβeta Brain Research Center (BBRC), analizó a 1.200 personas sin deterioro cognitivo, muchas con historial familiar de alzhéimer. Mediante resonancias magnéticas y análisis de biomarcadores en el líquido cefalorraquídeo, los científicos buscaron alteraciones que pueden aparecer años antes de los primeros síntomas de la enfermedad. Los resultados mostraron que el duelo por el fallecimiento de la pareja se asociaba con cambios en los biomarcadores del alzhéimer. Específicamente, se observó una menor proporción de la proteína beta amiloide 42/40 (un indicador temprano de la enfermedad) y niveles más altos de proteína tau fosforilada y neurogranina, que indican daño y pérdida de conexiones neuronales. Por otro lado, vivir situaciones de estrés económico, como el desempleo o pérdidas financieras importantes, se relacionó con cambios estructurales en el cerebro, concretamente con una reducción del volumen de la materia gris en áreas clave para la regulación emocional y la memoria. Desigualdad y vulnerabilidad: El rol del género y la educación Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es que el impacto del estrés no es uniforme. Las alteraciones cerebrales varían notablemente según el género. Por ejemplo, la muerte de la pareja afectó más los niveles de beta amiloide en los hombres, mientras que el daño neuronal (tau) fue más pronunciado en las mujeres. En el ámbito económico, el desempleo tuvo un mayor impacto estructural en el cerebro masculino, mientras que las pérdidas económicas lo tuvieron en el femenino. Además, el estudio refuerza la idea de que los determinantes sociales son cruciales. Las alteraciones biológicas vinculadas al duelo fueron más acentuadas en personas con menor nivel educativo. Esto se alinea con investigaciones previas que muestran que las mujeres y los grupos con menos recursos educativos no solo sufren más eventos estresantes a lo largo de su vida, sino que también presentan una mayor prevalencia de alzhéimer. Estos hallazgos subrayan cómo las experiencias vitales y las desigualdades sociales pueden moldear la salud cerebral, aumentando la vulnerabilidad a enfermedades neurodegenerativas y abriendo nuevas vías para entender y prevenir el alzhéimer.