La tecnológica OpenAI negó ser responsable del suicidio de un joven de 16 años que se quitó la vida tras interactuar con ChatGPT durante meses, y atribuyó la tragedia a unuso indebido de la herramienta. Las lesiones y daños alegados por los demandantes fueron causados o contribuidos (...) por uso indebido, no autorizado, imprevisible e inapropiado de ChatGPT por parte de Adam Raine, argumenta OpenAI en un documento presentado esta semana ante el Tribunal Superior de California en San Francisco, según NBC News. La compañía respondió así a la demanda interpuesta el pasado agosto por los padres del fallecido, Matt y Maria Raine, en la que afirman que ChatGPTayudó activamente a Adam a explorar métodos de suicidio. Los Raine creen que tanto OpenAI como su propietario, Sam Altman, son responsables de la muerte del adolescente, al supuestamente apresurarse a comercializar la versión del chat GPT-4o, pese a problemas de seguridad. Sin embargo, según OpenAI, Raine violó varias reglas de los términos de la aplicación, como la prohibición de su uso para menores de 18 años sin consentimiento de sus padres o tutores legales, informa NBC. La tecnológica también sostiene que la herramienta advierte a sus usuarios queno deben confiar en sus respuestas como única fuente de verdad, y asegura que, en sus conversaciones, ChatGPT insistió más de cien veces a Raine en que buscara ayuda. OpenAI, convertido en los últimos años en uno de los gigantes estadounidenses de la IA, reitera así que el suicidio de Adam derivó de su rechazo aatender advertencias y buscar ayuda, así como de la falta de respuesta de otros a sus signos evidentes de angustia. En una entrada en su página web, la tecnológica destaca que su respuesta a la demanda de los Raine incluye hechos difíciles sobre la salud mental de Adam y sus circunstancias de vida. La demanda original incluía fragmentos selectivos de sus conversaciones que requieren más contexto, el cual hemos aportado en nuestra respuesta, agrega.
Durante años, los titulares alarmistas han advertido sobre los efectos negativos de las redes sociales en la salud mental. Desde Instagram hasta TikTok, se han señalado como responsables de aumentar la ansiedad, la depresión y de generar una dependencia digital que erosiona el bienestar emocional, especialmente en adolescentes. Pero ¿y si parte de esa narrativa estuviera basada en una idea incompleta? Un nuevo estudio publicado en la revista Behavior Genetics ofrece una visión más matizada —y sorprendente— de esta cuestión. Usando datos del Netherlands Twin Register, una base de datos con décadas de seguimiento a gemelos en los Países Bajos, los investigadores analizaron a 6.492 personas entre los 16 y los 89 años. ¿El objetivo? Desenredar los vínculos reales entre el uso de redes sociales, la salud mental y, lo más importante, los factores genéticos que podrían estar en juego. Y lo que encontraron podría cambiar la conversación. Ni tan malo, ni tan bueno: una historia genética El estudio revela que el vínculo entre el uso de redes sociales y el bienestar psicológico es pequeño. En muchos casos, tan pequeño que roza lo insignificante desde el punto de vista estadístico. Pero lo verdaderamente revelador es que esas pequeñas asociaciones están, en gran medida, determinadas por factores genéticos compartidos. Es decir, no es que las redes sociales causen directamente ansiedad o depresión en todos los usuarios. Más bien, las mismas predisposiciones genéticas que pueden llevar a una persona a sentirse menos feliz o más ansiosa también podrían influir en cómo —y cuánto— utiliza las redes sociales. Este hallazgo rompe con la idea simplista de que las plataformas digitales son inherentemente tóxicas. Según los resultados, hasta un 72% de las diferencias individuales en el tiempo que pasamos en redes sociales podría explicarse por la genética. En lugar de demonizar TikTok o Instagram como si tuvieran un efecto uniforme sobre todos los usuarios, el estudio apunta hacia una interpretación más personalizada del impacto digital. No todos usamos las redes del mismo modo Los investigadores también identificaron patrones interesantes según los niveles de bienestar de los participantes. Aquellos con mayores niveles de satisfacción vital y una sensación de florecimiento —una medida que incluye propósito, relaciones positivas y desarrollo personal— tendían a usar más plataformas, pero lo hacían de forma pasiva: navegaban, observaban, leían. Por el contrario, quienes reportaban un menor bienestar psicológico eran más propensos a publicar con mayor frecuencia, pero lo hacían en un número más reducido de plataformas. Este contraste entre uso pasivo y activo podría ofrecer pistas sobre cómo cada persona busca, o evita, conexión social online. Paradójicamente, uno de los resultados más curiosos fue que el “florecimiento” estaba positivamente relacionado con un mayor uso de redes sociales. Es decir, algunas personas con buena salud mental parecen disfrutar —e incluso beneficiarse— de su tiempo en línea. Por qué usar gemelos lo cambia todo Este no es un estudio cualquiera. El uso de gemelos idénticos (que comparten el 100% de sus genes) y gemelos fraternos (que comparten alrededor del 50%) permite a los investigadores estimar con precisión cuánto de una conducta está influenciada por la genética, el ambiente compartido (como el hogar familiar) o el ambiente individual (como experiencias únicas). En este caso, al comparar cómo se relacionaban el uso de redes sociales y el bienestar entre diferentes pares de gemelos, se encontró que las similitudes estaban fuertemente ligadas a los genes . Esto no solo refuerza la idea de que existe un componente biológico en cómo usamos la tecnología, sino que también invita a repensar cómo diseñamos políticas, intervenciones o incluso límites parentales. ¿Restringir el acceso a redes? Tal vez no sea la solución En tiempos donde países y escuelas implementan restricciones al uso de móviles y redes sociales entre jóvenes, este estudio sugiere que prohibir o limitar el acceso no es una solución mágica. No todas las personas son igualmente vulnerables a los efectos negativos del uso digital, ni todas las formas de uso son iguales. De hecho, el problema puede no estar en la herramienta, sino en el usuario. O más precisamente, en la combinación única de genes, contexto vital y salud mental de cada persona. Esto refuerza la necesidad de estrategias personalizadas que tengan en cuenta los matices del comportamiento humano, y no solo estadísticas globales. ¿Qué significa esto para ti? No, tus horas en Instagram probablemente no estén pudriendo tu cerebro, como aseguran algunos titulares. Pero tampoco significa que sean inofensivas. Este estudio no exonera a las redes sociales, sino que añade una capa de complejidad. Los efectos existen, pero no son iguales para todos, y no surgen en el vacío. Dependen de quién eres, de tu genética, de tus experiencias y del modo en que interactúas con el entorno digital. Quizás la verdadera clave no esté en desconectarnos del mundo digital, sino en entender mejor cómo nos conectamos con él. Y, sobre todo, en dejar de buscar culpables universales para problemas profundamente individuales.
A medida que la tecnología se integra cada vez más en la vida cotidiana y en los entornos de trabajo, preparar a los jóvenes para un mercado laboral digital se ha vuelto una prioridad. En ese sentido, la alfabetización digital no solamente implica manejar herramientas tecnológicas, sino también desarrollar habilidades críticas para aprender, resolver problemas y adaptarse a nuevos entornos. Y el reto es urgente. Según Salesforce, solo el 31 % de la Generación Z a nivel mundial considera estar plenamente preparado para enfrentar las demandas del mercado laboral digital. Esta brecha evidencia que la formación en competencias tecnológicas no puede esperar hasta la vida profesional; debe comenzar desde la infancia con recursos que integren lo analógico y lo digital, permitiendo que los estudiantes desarrollen habilidades clave sin dejar de lado la escritura manual. Integrar, desde los primeros años, cuadernos y recursos digitales con propósito es clave para cerrar brechas. Bajo el paradigma del Diseño Universal para el Aprendizaje, la tecnología se concibe como aliada dentro de un ecosistema de múltiples medios y herramientas para ampliar acceso y expresión, de acuerdo con Valentina Alvear Obregón, gestora de Innovación y Tecnologías Educativas en Caligrafix. El Diseño Universal de Aprendizaje (DUA) busca que todos puedan aprender a su manera, usando recursos abiertos para que cada quien pueda seguir su propio camino en la educación. Esto se hace creando un espacio de aprendizaje personalizado para cada estudiante. BENEFICIOS ÚNICOS Esta combinación ofrece beneficios únicos: mientras el cuaderno fomenta la escritura manual, la memoria y la comprensión lectora, tecnologías como la realidad aumentada añaden capas interactivas que refuerzan la curiosidad y la exploración digital. De esta manera, los niños aprenden a utilizar herramientas tecnológicas, interpretar información en entornos digitales y desarrollar pensamiento crítico, sin perder contacto con las prácticas esenciales del aprendizaje tradicional, de acuerdo con la también profesora universitaria. Según la Royal Society of Chemistry, cuatro de cada 10 docentes ya se ha apoyado en herramientas de inteligencia artificial (IA) en su labor educativa. Sin embargo, la UNESCO, en una encuesta mundial reveló que menos del 10% de las escuelas y universidades cuentan con políticas o guías institucionales para el uso de IA generativa en entornos académicos, lo que evidencia la necesidad de impulsar programas de formación docente más sólidos. PASOS IMPORTANTES Por ejemplo, en México se han dado pasos importantes, pues desde 2024 la UNAM promueve el uso de IA generativa en la enseñanza, a través de una guía práctica que permite a los profesores personalizar contenidos y evaluar de manera más precisa. Sería ilógico no aprovechar tantos avances tecnológicos. Plataformas como PleIQ combinan realidad aumentada e inteligencia artificial para ofrecer experiencias educativas adaptables, ya que permite a los docentes crear contenidos dinámicos, monitorear el progreso de los estudiantes y ajustar el aprendizaje según sus necesidades, fortaleciendo tanto la enseñanza como la autonomía de los alumnos, agregó Valentina Alvear Obregón. Especialistas coinciden en que el futuro de la educación no está en reemplazar el papel por pantallas, sino en aprovechar lo mejor de ambos mundos. El cuaderno, acompañado de recursos digitales interactivos, puede convertirse en una puerta hacia un aprendizaje más dinámico, inclusivo y preparado para los desafíos del siglo XXI. Fuente: Publimetro
El 10 de julio de 1964, la diseñadora británica Mary Quant presentó por primera vez al público una prenda que revolucionaría el mundo de la moda : la minifalda. Aquel diseño, simple en apariencia pero cargado de significado, se transformó en un símbolo del espíritu juvenil de la década del sesenta. En un contexto de transformación social y apertura de nuevas libertades, esta prenda no solo redefinió las tendencias actuales, sino también el rol de la moda como reflejo de la sociedad. Su irrupción marcó el comienzo de una nueva etapa en la que las jóvenes empezaron a expresarse a través de la ropa, con diseños que se adaptaban a sus tiempos y aspiraciones. La presentación de la minifalda Mary Quant presentó la minifalda oficialmente el 10 de julio de 1964, en su tienda Bazaar, ubicada en Kings Road, en el barrio de Chelsea, Londres. Ese día, exhibió una nueva colección en la que destacaban faldas más cortas de lo habitual, por encima de la rodilla, acompañadas de botas altas y blusas sueltas. Según la propuesta de Quant, la minifalda no era un producto de pasarela sino una prenda funcional, divertida y fácil de llevar. El diseño fue recibido con entusiasmo por el público joven, y en pocas semanas, las calles de Londres comenzaron a llenarse de chicas usando faldas más cortas. “Fueron las chicas de King’s Road las que inventaron la mini. Yo hacía ropa fácil, joven, simple, para que pudiéramos movernos y saltar, y la hacía del largo que querían mis clientas. Usaba mis faldas y shorts muy cortos, y mis clientas me pedían: ‘Más corto, más corto’ ”, contó Mary en una entrevista años después. El nombre “minifalda” no tuvo un origen casual: Quant lo eligió como homenaje al Mini Cooper , su auto favorito. Al igual que su diseño, el vehículo era compacto, moderno y representaba el espíritu juvenil y revolucionario de la época. La década del sesenta: un contexto de cambios A comienzos de los años 60, la sociedad occidental vivía una transformación profunda. Nuevas generaciones comenzaban a cuestionar estructuras tradicionales y buscaban expresarse con mayor libertad. En este sentido, la aparición de la minifalda no fue un hecho aislado. El auge de la música pop británica, las nuevas corrientes artísticas y el crecimiento de la cultura juvenil crearon un escenario ideal para que una prenda de este estilo fuera un éxito. Londres se había convertido en el epicentro de esta nueva energía. La capital británica respiraba un aire de renovación: era la ciudad del Swinging London, donde convivían los Beatles, los Rolling Stones, los fotógrafos de moda y los diseñadores. La minifalda, con su diseño simple, su longitud inesperada y su estilo dinámico, se convirtió en un emblema de esta nueva etapa. Representaba frescura, modernidad y ganas de experimentar con la imagen personal. De Londres a las pasarelas del mundo Poco tiempo después de su presentación, la minifalda cruzó las fronteras del Reino Unido . Se hizo popular en Europa y luego en Estados Unidos, de la mano de celebridades como Twiggy, Jean Shrimpton y Brigitte Bardot, quienes la incorporaron a sus estilos personales. A su vez, revistas como Vogue y Harper’s Bazaar comenzaron a mostrar diseños cortos en sus portadas. La prenda también se adaptó a distintos estilos y tejidos : de colores sólidos o estampados psicodélicos, en algodón o cuero. Opiniones divididas Aunque la minifalda fue rápidamente adoptada por las jóvenes británicas, su aparición no fue aceptada por todos. En los primeros meses, generó reacciones encontradas: mientras muchos la celebraban como una novedad fresca y moderna, sectores más tradicionales la consideraban demasiado arriesgada para los estándares de la época. En esta misma línea, algunos medios de comunicación expresaron cierto desconcierto ante la nueva moda, y en varias ciudades surgieron debates sobre si era apropiado llevarla en espacios públicos o lugares de trabajo. Sin embargo, su popularidad continuó creciendo con el correr de los años. Mary Quant: una mirada que transformó la moda Mary Quant no se formó en la alta costura tradicional. Estudió ilustración en el Goldsmiths College y comenzó su carrera vendiendo sombreros. Rápidamente entendió que las jóvenes buscaban algo distinto y apostó por diseños funcionales y modernos. La diseñadora no solo creó prendas: impulsó un nuevo lenguaje de moda, donde la creatividad, el color y el movimiento eran centrales. Además, fue una de las primeras en usar maniquíes en movimiento, vitrinas interactivas y desfiles con música. “ Son femeninas, pero su feminidad radica en su actitud más que en su apariencia. Les gusta llamar la atención, pero con inteligencia. Están llenas de vida, son positivas, tienen opiniones fuertes”, declaró Mary Quant sobre su trabajo con la minifalda, en una entrevista de 2019. Lo que comenzó como una respuesta a las necesidades de las jóvenes se convirtió en una pieza clave en la historia de la moda. Más de medio siglo después de su creación, la minifalda sigue vigente como una de las prendas más icónicas del siglo XX.
La tecnológica OpenAI negó ser responsable del suicidio de un joven de 16 años que se quitó la vida tras interactuar con ChatGPT durante meses, y atribuyó la tragedia a unuso indebido de la herramienta. Las lesiones y daños alegados por los demandantes fueron causados o contribuidos (...) por uso indebido, no autorizado, imprevisible e inapropiado de ChatGPT por parte de Adam Raine, argumenta OpenAI en un documento presentado esta semana ante el Tribunal Superior de California en San Francisco, según NBC News. La compañía respondió así a la demanda interpuesta el pasado agosto por los padres del fallecido, Matt y Maria Raine, en la que afirman que ChatGPTayudó activamente a Adam a explorar métodos de suicidio. Los Raine creen que tanto OpenAI como su propietario, Sam Altman, son responsables de la muerte del adolescente, al supuestamente apresurarse a comercializar la versión del chat GPT-4o, pese a problemas de seguridad. Sin embargo, según OpenAI, Raine violó varias reglas de los términos de la aplicación, como la prohibición de su uso para menores de 18 años sin consentimiento de sus padres o tutores legales, informa NBC. La tecnológica también sostiene que la herramienta advierte a sus usuarios queno deben confiar en sus respuestas como única fuente de verdad, y asegura que, en sus conversaciones, ChatGPT insistió más de cien veces a Raine en que buscara ayuda. OpenAI, convertido en los últimos años en uno de los gigantes estadounidenses de la IA, reitera así que el suicidio de Adam derivó de su rechazo aatender advertencias y buscar ayuda, así como de la falta de respuesta de otros a sus signos evidentes de angustia. En una entrada en su página web, la tecnológica destaca que su respuesta a la demanda de los Raine incluye hechos difíciles sobre la salud mental de Adam y sus circunstancias de vida. La demanda original incluía fragmentos selectivos de sus conversaciones que requieren más contexto, el cual hemos aportado en nuestra respuesta, agrega.
Durante años, los titulares alarmistas han advertido sobre los efectos negativos de las redes sociales en la salud mental. Desde Instagram hasta TikTok, se han señalado como responsables de aumentar la ansiedad, la depresión y de generar una dependencia digital que erosiona el bienestar emocional, especialmente en adolescentes. Pero ¿y si parte de esa narrativa estuviera basada en una idea incompleta? Un nuevo estudio publicado en la revista Behavior Genetics ofrece una visión más matizada —y sorprendente— de esta cuestión. Usando datos del Netherlands Twin Register, una base de datos con décadas de seguimiento a gemelos en los Países Bajos, los investigadores analizaron a 6.492 personas entre los 16 y los 89 años. ¿El objetivo? Desenredar los vínculos reales entre el uso de redes sociales, la salud mental y, lo más importante, los factores genéticos que podrían estar en juego. Y lo que encontraron podría cambiar la conversación. Ni tan malo, ni tan bueno: una historia genética El estudio revela que el vínculo entre el uso de redes sociales y el bienestar psicológico es pequeño. En muchos casos, tan pequeño que roza lo insignificante desde el punto de vista estadístico. Pero lo verdaderamente revelador es que esas pequeñas asociaciones están, en gran medida, determinadas por factores genéticos compartidos. Es decir, no es que las redes sociales causen directamente ansiedad o depresión en todos los usuarios. Más bien, las mismas predisposiciones genéticas que pueden llevar a una persona a sentirse menos feliz o más ansiosa también podrían influir en cómo —y cuánto— utiliza las redes sociales. Este hallazgo rompe con la idea simplista de que las plataformas digitales son inherentemente tóxicas. Según los resultados, hasta un 72% de las diferencias individuales en el tiempo que pasamos en redes sociales podría explicarse por la genética. En lugar de demonizar TikTok o Instagram como si tuvieran un efecto uniforme sobre todos los usuarios, el estudio apunta hacia una interpretación más personalizada del impacto digital. No todos usamos las redes del mismo modo Los investigadores también identificaron patrones interesantes según los niveles de bienestar de los participantes. Aquellos con mayores niveles de satisfacción vital y una sensación de florecimiento —una medida que incluye propósito, relaciones positivas y desarrollo personal— tendían a usar más plataformas, pero lo hacían de forma pasiva: navegaban, observaban, leían. Por el contrario, quienes reportaban un menor bienestar psicológico eran más propensos a publicar con mayor frecuencia, pero lo hacían en un número más reducido de plataformas. Este contraste entre uso pasivo y activo podría ofrecer pistas sobre cómo cada persona busca, o evita, conexión social online. Paradójicamente, uno de los resultados más curiosos fue que el “florecimiento” estaba positivamente relacionado con un mayor uso de redes sociales. Es decir, algunas personas con buena salud mental parecen disfrutar —e incluso beneficiarse— de su tiempo en línea. Por qué usar gemelos lo cambia todo Este no es un estudio cualquiera. El uso de gemelos idénticos (que comparten el 100% de sus genes) y gemelos fraternos (que comparten alrededor del 50%) permite a los investigadores estimar con precisión cuánto de una conducta está influenciada por la genética, el ambiente compartido (como el hogar familiar) o el ambiente individual (como experiencias únicas). En este caso, al comparar cómo se relacionaban el uso de redes sociales y el bienestar entre diferentes pares de gemelos, se encontró que las similitudes estaban fuertemente ligadas a los genes . Esto no solo refuerza la idea de que existe un componente biológico en cómo usamos la tecnología, sino que también invita a repensar cómo diseñamos políticas, intervenciones o incluso límites parentales. ¿Restringir el acceso a redes? Tal vez no sea la solución En tiempos donde países y escuelas implementan restricciones al uso de móviles y redes sociales entre jóvenes, este estudio sugiere que prohibir o limitar el acceso no es una solución mágica. No todas las personas son igualmente vulnerables a los efectos negativos del uso digital, ni todas las formas de uso son iguales. De hecho, el problema puede no estar en la herramienta, sino en el usuario. O más precisamente, en la combinación única de genes, contexto vital y salud mental de cada persona. Esto refuerza la necesidad de estrategias personalizadas que tengan en cuenta los matices del comportamiento humano, y no solo estadísticas globales. ¿Qué significa esto para ti? No, tus horas en Instagram probablemente no estén pudriendo tu cerebro, como aseguran algunos titulares. Pero tampoco significa que sean inofensivas. Este estudio no exonera a las redes sociales, sino que añade una capa de complejidad. Los efectos existen, pero no son iguales para todos, y no surgen en el vacío. Dependen de quién eres, de tu genética, de tus experiencias y del modo en que interactúas con el entorno digital. Quizás la verdadera clave no esté en desconectarnos del mundo digital, sino en entender mejor cómo nos conectamos con él. Y, sobre todo, en dejar de buscar culpables universales para problemas profundamente individuales.
A medida que la tecnología se integra cada vez más en la vida cotidiana y en los entornos de trabajo, preparar a los jóvenes para un mercado laboral digital se ha vuelto una prioridad. En ese sentido, la alfabetización digital no solamente implica manejar herramientas tecnológicas, sino también desarrollar habilidades críticas para aprender, resolver problemas y adaptarse a nuevos entornos. Y el reto es urgente. Según Salesforce, solo el 31 % de la Generación Z a nivel mundial considera estar plenamente preparado para enfrentar las demandas del mercado laboral digital. Esta brecha evidencia que la formación en competencias tecnológicas no puede esperar hasta la vida profesional; debe comenzar desde la infancia con recursos que integren lo analógico y lo digital, permitiendo que los estudiantes desarrollen habilidades clave sin dejar de lado la escritura manual. Integrar, desde los primeros años, cuadernos y recursos digitales con propósito es clave para cerrar brechas. Bajo el paradigma del Diseño Universal para el Aprendizaje, la tecnología se concibe como aliada dentro de un ecosistema de múltiples medios y herramientas para ampliar acceso y expresión, de acuerdo con Valentina Alvear Obregón, gestora de Innovación y Tecnologías Educativas en Caligrafix. El Diseño Universal de Aprendizaje (DUA) busca que todos puedan aprender a su manera, usando recursos abiertos para que cada quien pueda seguir su propio camino en la educación. Esto se hace creando un espacio de aprendizaje personalizado para cada estudiante. BENEFICIOS ÚNICOS Esta combinación ofrece beneficios únicos: mientras el cuaderno fomenta la escritura manual, la memoria y la comprensión lectora, tecnologías como la realidad aumentada añaden capas interactivas que refuerzan la curiosidad y la exploración digital. De esta manera, los niños aprenden a utilizar herramientas tecnológicas, interpretar información en entornos digitales y desarrollar pensamiento crítico, sin perder contacto con las prácticas esenciales del aprendizaje tradicional, de acuerdo con la también profesora universitaria. Según la Royal Society of Chemistry, cuatro de cada 10 docentes ya se ha apoyado en herramientas de inteligencia artificial (IA) en su labor educativa. Sin embargo, la UNESCO, en una encuesta mundial reveló que menos del 10% de las escuelas y universidades cuentan con políticas o guías institucionales para el uso de IA generativa en entornos académicos, lo que evidencia la necesidad de impulsar programas de formación docente más sólidos. PASOS IMPORTANTES Por ejemplo, en México se han dado pasos importantes, pues desde 2024 la UNAM promueve el uso de IA generativa en la enseñanza, a través de una guía práctica que permite a los profesores personalizar contenidos y evaluar de manera más precisa. Sería ilógico no aprovechar tantos avances tecnológicos. Plataformas como PleIQ combinan realidad aumentada e inteligencia artificial para ofrecer experiencias educativas adaptables, ya que permite a los docentes crear contenidos dinámicos, monitorear el progreso de los estudiantes y ajustar el aprendizaje según sus necesidades, fortaleciendo tanto la enseñanza como la autonomía de los alumnos, agregó Valentina Alvear Obregón. Especialistas coinciden en que el futuro de la educación no está en reemplazar el papel por pantallas, sino en aprovechar lo mejor de ambos mundos. El cuaderno, acompañado de recursos digitales interactivos, puede convertirse en una puerta hacia un aprendizaje más dinámico, inclusivo y preparado para los desafíos del siglo XXI. Fuente: Publimetro
El 10 de julio de 1964, la diseñadora británica Mary Quant presentó por primera vez al público una prenda que revolucionaría el mundo de la moda : la minifalda. Aquel diseño, simple en apariencia pero cargado de significado, se transformó en un símbolo del espíritu juvenil de la década del sesenta. En un contexto de transformación social y apertura de nuevas libertades, esta prenda no solo redefinió las tendencias actuales, sino también el rol de la moda como reflejo de la sociedad. Su irrupción marcó el comienzo de una nueva etapa en la que las jóvenes empezaron a expresarse a través de la ropa, con diseños que se adaptaban a sus tiempos y aspiraciones. La presentación de la minifalda Mary Quant presentó la minifalda oficialmente el 10 de julio de 1964, en su tienda Bazaar, ubicada en Kings Road, en el barrio de Chelsea, Londres. Ese día, exhibió una nueva colección en la que destacaban faldas más cortas de lo habitual, por encima de la rodilla, acompañadas de botas altas y blusas sueltas. Según la propuesta de Quant, la minifalda no era un producto de pasarela sino una prenda funcional, divertida y fácil de llevar. El diseño fue recibido con entusiasmo por el público joven, y en pocas semanas, las calles de Londres comenzaron a llenarse de chicas usando faldas más cortas. “Fueron las chicas de King’s Road las que inventaron la mini. Yo hacía ropa fácil, joven, simple, para que pudiéramos movernos y saltar, y la hacía del largo que querían mis clientas. Usaba mis faldas y shorts muy cortos, y mis clientas me pedían: ‘Más corto, más corto’ ”, contó Mary en una entrevista años después. El nombre “minifalda” no tuvo un origen casual: Quant lo eligió como homenaje al Mini Cooper , su auto favorito. Al igual que su diseño, el vehículo era compacto, moderno y representaba el espíritu juvenil y revolucionario de la época. La década del sesenta: un contexto de cambios A comienzos de los años 60, la sociedad occidental vivía una transformación profunda. Nuevas generaciones comenzaban a cuestionar estructuras tradicionales y buscaban expresarse con mayor libertad. En este sentido, la aparición de la minifalda no fue un hecho aislado. El auge de la música pop británica, las nuevas corrientes artísticas y el crecimiento de la cultura juvenil crearon un escenario ideal para que una prenda de este estilo fuera un éxito. Londres se había convertido en el epicentro de esta nueva energía. La capital británica respiraba un aire de renovación: era la ciudad del Swinging London, donde convivían los Beatles, los Rolling Stones, los fotógrafos de moda y los diseñadores. La minifalda, con su diseño simple, su longitud inesperada y su estilo dinámico, se convirtió en un emblema de esta nueva etapa. Representaba frescura, modernidad y ganas de experimentar con la imagen personal. De Londres a las pasarelas del mundo Poco tiempo después de su presentación, la minifalda cruzó las fronteras del Reino Unido . Se hizo popular en Europa y luego en Estados Unidos, de la mano de celebridades como Twiggy, Jean Shrimpton y Brigitte Bardot, quienes la incorporaron a sus estilos personales. A su vez, revistas como Vogue y Harper’s Bazaar comenzaron a mostrar diseños cortos en sus portadas. La prenda también se adaptó a distintos estilos y tejidos : de colores sólidos o estampados psicodélicos, en algodón o cuero. Opiniones divididas Aunque la minifalda fue rápidamente adoptada por las jóvenes británicas, su aparición no fue aceptada por todos. En los primeros meses, generó reacciones encontradas: mientras muchos la celebraban como una novedad fresca y moderna, sectores más tradicionales la consideraban demasiado arriesgada para los estándares de la época. En esta misma línea, algunos medios de comunicación expresaron cierto desconcierto ante la nueva moda, y en varias ciudades surgieron debates sobre si era apropiado llevarla en espacios públicos o lugares de trabajo. Sin embargo, su popularidad continuó creciendo con el correr de los años. Mary Quant: una mirada que transformó la moda Mary Quant no se formó en la alta costura tradicional. Estudió ilustración en el Goldsmiths College y comenzó su carrera vendiendo sombreros. Rápidamente entendió que las jóvenes buscaban algo distinto y apostó por diseños funcionales y modernos. La diseñadora no solo creó prendas: impulsó un nuevo lenguaje de moda, donde la creatividad, el color y el movimiento eran centrales. Además, fue una de las primeras en usar maniquíes en movimiento, vitrinas interactivas y desfiles con música. “ Son femeninas, pero su feminidad radica en su actitud más que en su apariencia. Les gusta llamar la atención, pero con inteligencia. Están llenas de vida, son positivas, tienen opiniones fuertes”, declaró Mary Quant sobre su trabajo con la minifalda, en una entrevista de 2019. Lo que comenzó como una respuesta a las necesidades de las jóvenes se convirtió en una pieza clave en la historia de la moda. Más de medio siglo después de su creación, la minifalda sigue vigente como una de las prendas más icónicas del siglo XX.