Beber agua es uno de esos gestos tan cotidianos que rara vez pensamos en sus efectos más allá de calmar la sed. Sin embargo, un equipo de investigadores de la Liverpool John Moores University descubrió que la hidratación tiene un papel directo en la forma en que el cuerpo responde al estrés. Sus resultados, publicados en Journal of Applied Physiology en agosto de 2025, muestran que las personas con bajo consumo diario de líquidos presentan una reacción hormonal mucho más intensa ante situaciones estresantes. El estudio se centró en el cortisol, conocido como la hormona del estrés. Tener picos ocasionales de esta sustancia es normal, pero niveles excesivos y frecuentes están vinculados a mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes y depresión. Lo que ahora sabemos con mayor claridad es que algo tan simple como beber poca agua puede amplificar esas subidas de cortisol. Para llegar a esta conclusión, los científicos siguieron a 32 adultos sanos, seleccionados de entre más de 60 voluntarios. Los dividieron en dos grupos: uno con bajo consumo de líquidos (menos de 1,5 litros diarios) y otro con ingestas acordes a las recomendaciones (2 litros para mujeres y 2,5 litros para hombres). Tras una semana controlando sus hábitos, pusieron a prueba su resistencia al estrés con un experimento ya clásico en psicología. Una entrevista falsa y un cálculo mental: así se mide el estrés Para provocar una reacción controlada, los investigadores recurrieron al Trier Social Stress Test, un protocolo que simula experiencias cotidianas de presión. Los participantes debían enfrentarse a una entrevista laboral ficticia y resolver problemas matemáticos de cabeza frente a un jurado. Aunque pueda sonar sencillo, este método es reconocido por generar ansiedad y activar con fiabilidad la respuesta fisiológica del estrés. Durante la prueba, ambos grupos mostraron un aumento de la frecuencia cardíaca y de la ansiedad percibida. Sin embargo, las diferencias se hicieron visibles al medir la saliva: solo el grupo con bajo consumo de líquidos liberó un incremento significativo de cortisol. En promedio, su respuesta hormonal fue más de un 50 % superior a la del grupo mejor hidratado. Curiosamente, los participantes con menor ingesta de agua no declararon sentirse más sedientos, pero sus muestras de orina eran más oscuras y concentradas, una señal clara de que su organismo estaba en un estado de hidratación deficiente. Esto confirma que el cuerpo puede estar deshidratado aunque no lo percibamos conscientemente. El papel oculto de la vasopresina Para comprender el vínculo entre agua y estrés, los científicos observaron otro actor clave: la vasopresina, una hormona que regula la retención de líquidos en los riñones. Cuando el cuerpo detecta que falta agua, libera vasopresina para conservarla, pero esto no ocurre sin consecuencias. Además de actuar sobre los riñones, la vasopresina también estimula el hipotálamo, el centro cerebral que regula el estrés. Esa doble función significa que, en condiciones de deshidratación, el organismo no solo trabaja más para conservar agua, sino que también intensifica la liberación de cortisol. Es decir, la falta de líquidos puede poner en marcha un círculo vicioso donde el cuerpo sufre más estrés del necesario. Los investigadores señalan que, a largo plazo, esta sobrecarga hormonal podría debilitar órganos y sistemas : desde el corazón y los vasos sanguíneos, hasta el metabolismo y la salud mental. Por eso, insisten en la importancia de atender las recomendaciones oficiales de ingesta de líquidos diarias. Los datos del estudio no dejan lugar a dudas. El grupo de bajo consumo, con 1,3 litros diarios en promedio, presentó un aumento de cortisol tras el test de estrés de 6,2 nmol/L. En contraste, el grupo de alto consumo, que bebía 4,4 litros diarios, mostró solo un incremento de 4,0 nmol/L. Más allá de las cifras, lo relevante es que los investigadores observaron una correlación clara entre el estado de hidratación y la intensidad de la respuesta hormonal. Cuanto más concentrada y oscura era la orina de los participantes, mayor era el pico de cortisol. La relación fue tan sólida que alcanzó un coeficiente de correlación de R = 0,7 (P < 0.001), un valor estadísticamente muy significativo. Estos hallazgos refuerzan la idea de que la hidratación no es solo un asunto de bienestar momentáneo, sino un factor que puede influir directamente en la salud a largo plazo. Mantener un buen equilibrio de líquidos en el organismo podría ser una estrategia sencilla pero poderosa para reducir la vulnerabilidad ante el estrés. Más que sed: una cuestión de salud pública El estudio también destierra la idea de que basta con “beber cuando se tiene sed”. De hecho, el grupo menos hidratado no reportó sentirse más sediento, a pesar de que sus muestras biológicas mostraban lo contrario. Esto sugiere que confiar únicamente en la sensación de sed puede no ser suficiente para garantizar una buena hidratación. Por eso, los expertos recuerdan que la orina clara o ligeramente amarilla es uno de los indicadores más sencillos para evaluar si estamos bien hidratados. Además, recomiendan adaptar el consumo de agua a las circunstancias: en días calurosos, durante el ejercicio físico o en momentos de mucho trabajo intelectual, las necesidades de líquidos suelen aumentar. El mensaje es claro: hidratarse es también una forma de prevención. Beber suficiente agua cada día no solo ayuda a mantener el equilibrio físico, sino que puede tener un impacto duradero en la forma en que el cuerpo y la mente enfrentan el estrés cotidiano. Agua contra el estrés: lo que podemos aprender Aunque los investigadores subrayan que harán falta más estudios a largo plazo, los resultados ya ofrecen una lección práctica: mantener una botella de agua cerca podría ser tan importante como dormir bien o alimentarse de forma equilibrada. El profesor Neil Walsh, fisiólogo de la Universidad John Moores de Liverpool y líder del equipo, lo resume con sencillez: Estar hidratado puede ayudar a tu cuerpo a manejar el estrés de manera más efectiva. Esto cobra especial sentido en contextos de alta presión, como una presentación laboral, un examen o un día cargado de responsabilidades. En un mundo donde el estrés crónico se ha convertido en un enemigo silencioso, esta investigación aporta un recordatorio poderoso: algo tan básico como beber agua puede marcar la diferencia en cómo vivimos el día a día y en la salud de los años futuros.
Vivimos una crisis global de salud mental: la vida agitada, el bombardeo de redes sociales, la lucha constante por metas materiales, el distanciamiento emocional y unas relaciones cada vez más superficiales han disparado la ansiedad y los problemas de sueño. En ese contexto, en China ha surgido una moda tan inusual como viral: los adultos compran y utilizan chupetes gigantes para ellos mismos, pagando entre 10 y 500 yuanes (1,40 a 70 dólares), según medios como South China Morning Post,y New York Post. La “regresión” como válvula de escape infantil Difundidos por plataformas como Taobao o JD.com, estos chupetes se presentan como a livio para el estrés, ayuda para dormir e incluso como herramienta para dejar de fumar. Psicólogos chinos explican su auge mediante el “fenómeno de regresión” : ante presiones extremas, los adultos vuelven inconscientemente a símbolos infantiles que generan seguridad. Usuarios describen sentir una “sensación de protección de la infancia” al usarlos, de acuerdo con New York Post. Viralidad, cifras y popularidad inesperada La tendencia explotó en redes como Weibo, registrando decenas de millones de vistas. Un chupete popular superó las 10 000 ventas en Taobao, a apenas unos 15 yuanes (2 USD) cada uno, según China Daily. Se estima que algunos vendedores comercializan más de 2000 unidades mensuales. Entre consuelo y advertencias sanitarias Muchos usuarios aseguran sentirse relajados al morderlos durante el trabajo, dormir mejor o incluso reducir impulsos al dejar de fumar. Sin embargo, médicos advierten sobre los riesgos: el dentista Tang Caomin señala que la estructura bucal adulta difiere mucho y que el uso prolongado puede causar trastornos en la articulación temporomandibular, dolor articular, apertura limitada de la boca e incluso daño en la mucosa oral, según el portal Oddity Central. También existe peligro de asfixia si se duerme con el chupete en la boca. Desde Estados Unidos, destacan que esta tendencia ya traspasa fronteras, y el ortodoncista Ben Winters advierte que “arruina la mordida” (open bite), obliga a usar aparatos dentales y genera patrones de deglución no adecuados (“tongue thrust”), con riesgos de habla y salud bucal, según New York Post. Psicológicamente, hay voces que cuestionan si este autoconsuelo salva realmente o solo enmascara el problema real. ¿Moda pasajera o reflejo de una sociedad al límite? Algunos internautas se burlan: “Este mundo está tan loco que los adultos usan chupetes”. Otros, más críticos, como conservadores de Estados Unidos, lo ridiculizan como falta de madurez emocional. Pero detrás de este fenómeno puede haber señales de vidas saturadas: burnout, soledad y falta de recursos emocionales. Mientras unos buscan alivio en un objeto infantil, expertos sugieren métodos alternativos más saludables como chicles, juguetes antiestrés, técnicas de respiración o terapia profesional. La tendencia del chupete para adultos en China desafía nuestra percepción sobre la adultez y el alivio emocional. En una era dominada por el estrés, la presión laboral, el aislamiento y las relaciones cada vez más superficiales, muchas personas recurren a mecanismos abruptos para sentir calma inmediata, como morder un chupete gigante. Pero como advierten especialistas, este alivio superficial puede tener consecuencias: dañar la salud bucal, afectar la articulación mandibular o simplemente ignorar el verdadero origen del malestar no es solución. Siempre se estará buscando nuevas formas para combatir el estrés, y quizá esta tendencia sea un reflejo de la necesidad de explorar alternativas. Tal vez sea momento de replantearnos cómo vivimos, cómo manejamos nuestro autocuidado y cómo enfrentamos la ansiedad: en lugar de retroceder a hábitos infantiles, podríamos aprender a entender nuestras emociones, priorizar la salud mental y adoptar estrategias más efectivas, como la meditación, la actividad física, el apoyo profesional o técnicas de respiración. Este fenómeno, más allá de lo curioso, invita a reflexionar sobre nuestra relación con el bienestar y a cuestionar si buscamos alivio rápido o soluciones duraderas para cuidar nuestra mente y nuestro cuerpo.
El Ministerio de Salud (Minsal) dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad de Vida y Salud (ENCAVI) 2023-2024, la primera medición realizada después de la pandemia. El estudio, coordinado por el Departamento de Epidemiología del Minsal y aplicado por la Dirección de Estudios Sociales (DESUC) de la Pontificia Universidad Católica, entrevistó a 16.590 personas entre octubre de 2023 y febrero de 2024, con representatividad nacional, regional, por nivel socioeconómico, sexo y ámbito rural y urbano. La ministra de Salud, Ximena Aguilera, destacó que la encuesta muestra el retroceso en algunos parámetros tras la pandemia y recalcó que la salud no solo es atender enfermedades, sino mejorar el bienestar de la población. Principales resultados 68,5% de la población califica su calidad de vida como buena o muy buena (estable versus 2015-2016). Brecha por ingresos: 63,3% en el primer quintil reporta buena calidad de vida versus 89,2% en el quinto. El bienestar emocional baja de 5,7 a 5,4 puntos (escala 1–7). 51,2% de la población es inactiva físicamente; mujeres 57,6%, hombres 44,5%. La falta de compañía frecuente sube a 11,5% (7,6% en 2015-2016) y la exclusión social a 6,4% (3,9% en 2015-2016). 19% reporta depresión, ansiedad u otro trastorno de salud mental. 63,9% tiene al menos una enfermedad crónica y 40,1% dos o más. Las mujeres presentan mayor prevalencia en la mayoría de las condiciones. Tabaco y hábitos Prevalencia de consumo en el último mes: 27,9%. 63,9% de las personas fumadoras desea dejar de fumar (alza respecto de 2015-2016). Disminuye la exposición al humo de tabaco en lugares de trabajo. Estrategias intersectoriales Aguilera subrayó el trabajo con Educación, Deporte, Salud y Desarrollo Social, incorporando actividad física en los colegios, promoviendo caminatas en trayectos cortos y reforzando el rol de los municipios como socios estratégicos para mejorar la calidad de vida en los territorios. Como primera línea base post pandemia, la ENCAVI 2023-2024 permitirá monitorear la recuperación en áreas afectadas -como la conexión social- en futuras mediciones.
Un estudio de la Universidad de Columbia ha descubierto que el aroma de nuestra pareja o de un ser conocido y afín a nosotros puede ayudar a reducir los niveles de estrés. Las pruebas se han realizado con un total de 96 parejas de sexo opuesto. A los hombres se les entregó una camiseta nueva para que las impregnaran con su aroma natural durante 24 horas, sin “contaminarlas” con otros olores como colonias, cremas, tabaco o comida. Estas prendas fueron posteriormente congeladas para su preservación. Las mujeres, por otra parte, fueron las encargadas de olerlas y diferenciarlas, puesto que su capacidad olfativa está más desarrollada que la de los varones. Marlise Hofer, autora principal del estudio y psicóloga, asegura que muchas personas usan la camisa de su compañero o duermen en el lado de su pareja cuando esta no está. Pero, pueden no darse cuenta por qué se involucran en estos comportamientos. Nuestros hallazgos sugieren que el aroma de un compañero solo, incluso sin su presencia física, puede ser una herramienta poderosa para ayudar a reducir el estrés. Las voluntarias del experimento fueron asignadas al azar para oler estas prendas. Las camisetas podían ser totalmente nuevas, usadas por su pareja o por otro de los sujetos que se sometieron a la prueba. Sin saber cuál se les había dado a cada una, pasaron por tres pruebas diferentes : una entrevista simulada, un examen matemático y una muestra de saliva para medir sus niveles de cortisol. Por último, se sometieron a un test de preguntas sobre su nivel de estrés en cada una de estas actividades. Descubrieron que las mujeres que habían olido la camisa de su compañero se sentían menos estresadas, tanto antes como después de la prueba de esfuerzo. Aquellos que olieron la camisa de su pareja y también identificaron correctamente el olor también tenían niveles más bajos de cortisol, lo que sugiere que los beneficios de reducir el estrés del aroma de la pareja son más fuertes cuando las mujeres saben lo que están oliendo. Por el contrario, las mujeres que habían olido el aroma de un desconocido presentaban niveles más altos de esta hormona a lo largo de la prueba de medición de estrés. Un fenómeno relacionado con la evolución Los autores del proyecto especulan que los factores evolutivos podrían influir en por qué el olor de un desconocido afecta nuestros niveles de cortisol. Desde una edad temprana, los humanos temen a los extraños, especialmente a los hombres desconocidos, por lo que es posible que un aroma masculino poco familiar desencadene la respuesta de ‘lucha o huida’ que conduce a un aumento del cortisol, explica Hofer. Añade, además, que esto podría suceder sin que seamos plenamente conscientes de ello. Frances Chen, otra de las autoras principales del estudio y profesora de la Universidad de Columbia, ha asegurado que los hallazgos podrían tener implicaciones prácticas para ayudar a las personas a lidiar con situaciones estresantes cuando están lejos de sus seres queridos. Según ella, con la globalización, la gente viaja cada vez más por el trabajo y se muda a nuevas ciudades. Nuestra investigación sugiere que algo tan simple como llevar una prenda de vestir que usó su ser querido podría ayudar a reducir los niveles de estrés cuando está lejos de su hogar.
En primer lugar, la soledad se define como el sentimiento doloroso que surge de la brecha entre las conexiones sociales deseadas y las reales, mientras que el aislamiento social se refiere a la falta objetiva de relaciones sociales suficientes. Alejandra Fuentes-García, académica de la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, explicó que la soledad no es solo una experiencia emocional individual, sino un fenómeno social complejo: un determinante social emergente de la salud, con impactos comparables a otros factores de riesgo conocidos como la obesidad o el tabaquismo. Proyectores Y subrayó que, si bien puede afectar a personas de todas las edades y contextos, “su impacto es especialmente fuerte en jóvenes, personas mayores, personas con discapacidad y migrantes, asociándose a un mayor riesgo de enfermedades físicas y trastornos mentales”. Por su parte, la doctora Viviana Guajardo, coordinadora de la Estrategia de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, complementó que la soledad “es una experiencia emocional, sin que necesariamente una persona se encuentre objetivamente sola”. En cuanto al aislamiento social, señaló que “ocurre cuando alguien tiene pocas relaciones o interactúa poco con otros, aunque no siempre implica sentirse solo, ya que algunas personas disfrutan de la soledad”. Y enfatizó: “La desconexión social (soledad o aislamiento social) es un factor de riesgo para la salud. En el caso de la salud física, hay evidencia de un mayor riesgo de muertes prematuras y enfermedades crónicas como las cardiovasculares, hipertensión y diabetes mellitus”. En términos de salud mental y emocional, se ha descrito un aumento de síntomas depresivos, ansiedad, pensamientos suicidas y autoagresiones. En personas mayores, también se asocia al deterioro cognitivo y al riesgo de demencia. Además, puede afectar la autoconfianza y generar una sensación de menoscabo personal. La relevancia de la conexión social Según Fuentes-García, “la conexión social es una necesidad vital. A lo largo de nuestro curso de vida –desde la infancia hasta la vejez– los vínculos significativos protegen nuestra salud física y mental, fortalecen nuestra resiliencia y nos dan un sentido de pertenencia. Aunque las necesidades de vínculo cambian con el tiempo, nunca desaparecen”. Agregó que “la conexión con otras personas –ya sea con amistades, familia, colegas, comunidades o redes afectivas diversas– tiene efectos concretos y acumulativos en nuestra salud física, mental y social. Las personas más conectadas socialmente viven más años, tienen mejor salud mental, se recuperan más rápido de crisis y se sienten parte de un colectivo mayor”. En la misma línea, la doctora Guajardo explicó que la conexión social es clave durante todo el ciclo vital. “En la infancia y adolescencia, fomenta la empatía, la autoestima y el aprendizaje emocional. En la adultez, actúa como red de contención frente al estrés, el duelo o la sobrecarga laboral. En las personas mayores puede prevenir el deterioro cognitivo y la pérdida de sentido vital”, indicó. ¿Cómo enfrentar la soledad y el aislamiento? Ambas especialistas proponen una serie de medidas para construir sociedades más inclusivas, con sentido de comunidad, y donde la vida colectiva sea valorada. Según Fuentes-García, esto requiere una hoja de ruta que trascienda lo individual: Repensar las formas de vivir, habitar y vincularnos. Diseño urbano inclusivo, con barrios caminables, transporte público accesible y “terceros lugares” como plazas, bibliotecas o cafés que promuevan encuentros informales. Modelos de vivienda que superen el aislamiento, como las residencias colectivas o intergeneracionales, que permitan redes de apoyo, especialmente para personas mayores o jóvenes que viven solos. Políticas laborales que valoren el descanso y la vida social, como una correcta implementación de la Ley de 40 horas. Educación emocional, desde etapas tempranas, que permita conocer y expresar emociones, y establecer vínculos significativos, incorporando además un uso ético y humano de la tecnología. Por su parte, la doctora Guajardo destacó algunas de las recomendaciones entregadas por la OMS: Campañas comunicacionales que promuevan la importancia de las conexiones sociales, adaptadas a las realidades locales. Estrategias comunitarias en lugares de residencia, estudio o trabajo, que incentiven la interacción social. Centros de atención de salud como espacios de fomento de redes de apoyo, además de capacitar a los profesionales para que recomienden actividades comunitarias como medidas de autocuidado. Formación en empatía, escucha activa y gestión emocional en escuelas y universidades. Talleres para personas mayores enfocados en habilidades de comunicación y fortalecimiento de vínculos. Uso de herramientas tecnológicas que favorezcan el contacto cara a cara.
Beber agua es uno de esos gestos tan cotidianos que rara vez pensamos en sus efectos más allá de calmar la sed. Sin embargo, un equipo de investigadores de la Liverpool John Moores University descubrió que la hidratación tiene un papel directo en la forma en que el cuerpo responde al estrés. Sus resultados, publicados en Journal of Applied Physiology en agosto de 2025, muestran que las personas con bajo consumo diario de líquidos presentan una reacción hormonal mucho más intensa ante situaciones estresantes. El estudio se centró en el cortisol, conocido como la hormona del estrés. Tener picos ocasionales de esta sustancia es normal, pero niveles excesivos y frecuentes están vinculados a mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes y depresión. Lo que ahora sabemos con mayor claridad es que algo tan simple como beber poca agua puede amplificar esas subidas de cortisol. Para llegar a esta conclusión, los científicos siguieron a 32 adultos sanos, seleccionados de entre más de 60 voluntarios. Los dividieron en dos grupos: uno con bajo consumo de líquidos (menos de 1,5 litros diarios) y otro con ingestas acordes a las recomendaciones (2 litros para mujeres y 2,5 litros para hombres). Tras una semana controlando sus hábitos, pusieron a prueba su resistencia al estrés con un experimento ya clásico en psicología. Una entrevista falsa y un cálculo mental: así se mide el estrés Para provocar una reacción controlada, los investigadores recurrieron al Trier Social Stress Test, un protocolo que simula experiencias cotidianas de presión. Los participantes debían enfrentarse a una entrevista laboral ficticia y resolver problemas matemáticos de cabeza frente a un jurado. Aunque pueda sonar sencillo, este método es reconocido por generar ansiedad y activar con fiabilidad la respuesta fisiológica del estrés. Durante la prueba, ambos grupos mostraron un aumento de la frecuencia cardíaca y de la ansiedad percibida. Sin embargo, las diferencias se hicieron visibles al medir la saliva: solo el grupo con bajo consumo de líquidos liberó un incremento significativo de cortisol. En promedio, su respuesta hormonal fue más de un 50 % superior a la del grupo mejor hidratado. Curiosamente, los participantes con menor ingesta de agua no declararon sentirse más sedientos, pero sus muestras de orina eran más oscuras y concentradas, una señal clara de que su organismo estaba en un estado de hidratación deficiente. Esto confirma que el cuerpo puede estar deshidratado aunque no lo percibamos conscientemente. El papel oculto de la vasopresina Para comprender el vínculo entre agua y estrés, los científicos observaron otro actor clave: la vasopresina, una hormona que regula la retención de líquidos en los riñones. Cuando el cuerpo detecta que falta agua, libera vasopresina para conservarla, pero esto no ocurre sin consecuencias. Además de actuar sobre los riñones, la vasopresina también estimula el hipotálamo, el centro cerebral que regula el estrés. Esa doble función significa que, en condiciones de deshidratación, el organismo no solo trabaja más para conservar agua, sino que también intensifica la liberación de cortisol. Es decir, la falta de líquidos puede poner en marcha un círculo vicioso donde el cuerpo sufre más estrés del necesario. Los investigadores señalan que, a largo plazo, esta sobrecarga hormonal podría debilitar órganos y sistemas : desde el corazón y los vasos sanguíneos, hasta el metabolismo y la salud mental. Por eso, insisten en la importancia de atender las recomendaciones oficiales de ingesta de líquidos diarias. Los datos del estudio no dejan lugar a dudas. El grupo de bajo consumo, con 1,3 litros diarios en promedio, presentó un aumento de cortisol tras el test de estrés de 6,2 nmol/L. En contraste, el grupo de alto consumo, que bebía 4,4 litros diarios, mostró solo un incremento de 4,0 nmol/L. Más allá de las cifras, lo relevante es que los investigadores observaron una correlación clara entre el estado de hidratación y la intensidad de la respuesta hormonal. Cuanto más concentrada y oscura era la orina de los participantes, mayor era el pico de cortisol. La relación fue tan sólida que alcanzó un coeficiente de correlación de R = 0,7 (P < 0.001), un valor estadísticamente muy significativo. Estos hallazgos refuerzan la idea de que la hidratación no es solo un asunto de bienestar momentáneo, sino un factor que puede influir directamente en la salud a largo plazo. Mantener un buen equilibrio de líquidos en el organismo podría ser una estrategia sencilla pero poderosa para reducir la vulnerabilidad ante el estrés. Más que sed: una cuestión de salud pública El estudio también destierra la idea de que basta con “beber cuando se tiene sed”. De hecho, el grupo menos hidratado no reportó sentirse más sediento, a pesar de que sus muestras biológicas mostraban lo contrario. Esto sugiere que confiar únicamente en la sensación de sed puede no ser suficiente para garantizar una buena hidratación. Por eso, los expertos recuerdan que la orina clara o ligeramente amarilla es uno de los indicadores más sencillos para evaluar si estamos bien hidratados. Además, recomiendan adaptar el consumo de agua a las circunstancias: en días calurosos, durante el ejercicio físico o en momentos de mucho trabajo intelectual, las necesidades de líquidos suelen aumentar. El mensaje es claro: hidratarse es también una forma de prevención. Beber suficiente agua cada día no solo ayuda a mantener el equilibrio físico, sino que puede tener un impacto duradero en la forma en que el cuerpo y la mente enfrentan el estrés cotidiano. Agua contra el estrés: lo que podemos aprender Aunque los investigadores subrayan que harán falta más estudios a largo plazo, los resultados ya ofrecen una lección práctica: mantener una botella de agua cerca podría ser tan importante como dormir bien o alimentarse de forma equilibrada. El profesor Neil Walsh, fisiólogo de la Universidad John Moores de Liverpool y líder del equipo, lo resume con sencillez: Estar hidratado puede ayudar a tu cuerpo a manejar el estrés de manera más efectiva. Esto cobra especial sentido en contextos de alta presión, como una presentación laboral, un examen o un día cargado de responsabilidades. En un mundo donde el estrés crónico se ha convertido en un enemigo silencioso, esta investigación aporta un recordatorio poderoso: algo tan básico como beber agua puede marcar la diferencia en cómo vivimos el día a día y en la salud de los años futuros.
Vivimos una crisis global de salud mental: la vida agitada, el bombardeo de redes sociales, la lucha constante por metas materiales, el distanciamiento emocional y unas relaciones cada vez más superficiales han disparado la ansiedad y los problemas de sueño. En ese contexto, en China ha surgido una moda tan inusual como viral: los adultos compran y utilizan chupetes gigantes para ellos mismos, pagando entre 10 y 500 yuanes (1,40 a 70 dólares), según medios como South China Morning Post,y New York Post. La “regresión” como válvula de escape infantil Difundidos por plataformas como Taobao o JD.com, estos chupetes se presentan como a livio para el estrés, ayuda para dormir e incluso como herramienta para dejar de fumar. Psicólogos chinos explican su auge mediante el “fenómeno de regresión” : ante presiones extremas, los adultos vuelven inconscientemente a símbolos infantiles que generan seguridad. Usuarios describen sentir una “sensación de protección de la infancia” al usarlos, de acuerdo con New York Post. Viralidad, cifras y popularidad inesperada La tendencia explotó en redes como Weibo, registrando decenas de millones de vistas. Un chupete popular superó las 10 000 ventas en Taobao, a apenas unos 15 yuanes (2 USD) cada uno, según China Daily. Se estima que algunos vendedores comercializan más de 2000 unidades mensuales. Entre consuelo y advertencias sanitarias Muchos usuarios aseguran sentirse relajados al morderlos durante el trabajo, dormir mejor o incluso reducir impulsos al dejar de fumar. Sin embargo, médicos advierten sobre los riesgos: el dentista Tang Caomin señala que la estructura bucal adulta difiere mucho y que el uso prolongado puede causar trastornos en la articulación temporomandibular, dolor articular, apertura limitada de la boca e incluso daño en la mucosa oral, según el portal Oddity Central. También existe peligro de asfixia si se duerme con el chupete en la boca. Desde Estados Unidos, destacan que esta tendencia ya traspasa fronteras, y el ortodoncista Ben Winters advierte que “arruina la mordida” (open bite), obliga a usar aparatos dentales y genera patrones de deglución no adecuados (“tongue thrust”), con riesgos de habla y salud bucal, según New York Post. Psicológicamente, hay voces que cuestionan si este autoconsuelo salva realmente o solo enmascara el problema real. ¿Moda pasajera o reflejo de una sociedad al límite? Algunos internautas se burlan: “Este mundo está tan loco que los adultos usan chupetes”. Otros, más críticos, como conservadores de Estados Unidos, lo ridiculizan como falta de madurez emocional. Pero detrás de este fenómeno puede haber señales de vidas saturadas: burnout, soledad y falta de recursos emocionales. Mientras unos buscan alivio en un objeto infantil, expertos sugieren métodos alternativos más saludables como chicles, juguetes antiestrés, técnicas de respiración o terapia profesional. La tendencia del chupete para adultos en China desafía nuestra percepción sobre la adultez y el alivio emocional. En una era dominada por el estrés, la presión laboral, el aislamiento y las relaciones cada vez más superficiales, muchas personas recurren a mecanismos abruptos para sentir calma inmediata, como morder un chupete gigante. Pero como advierten especialistas, este alivio superficial puede tener consecuencias: dañar la salud bucal, afectar la articulación mandibular o simplemente ignorar el verdadero origen del malestar no es solución. Siempre se estará buscando nuevas formas para combatir el estrés, y quizá esta tendencia sea un reflejo de la necesidad de explorar alternativas. Tal vez sea momento de replantearnos cómo vivimos, cómo manejamos nuestro autocuidado y cómo enfrentamos la ansiedad: en lugar de retroceder a hábitos infantiles, podríamos aprender a entender nuestras emociones, priorizar la salud mental y adoptar estrategias más efectivas, como la meditación, la actividad física, el apoyo profesional o técnicas de respiración. Este fenómeno, más allá de lo curioso, invita a reflexionar sobre nuestra relación con el bienestar y a cuestionar si buscamos alivio rápido o soluciones duraderas para cuidar nuestra mente y nuestro cuerpo.
El Ministerio de Salud (Minsal) dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad de Vida y Salud (ENCAVI) 2023-2024, la primera medición realizada después de la pandemia. El estudio, coordinado por el Departamento de Epidemiología del Minsal y aplicado por la Dirección de Estudios Sociales (DESUC) de la Pontificia Universidad Católica, entrevistó a 16.590 personas entre octubre de 2023 y febrero de 2024, con representatividad nacional, regional, por nivel socioeconómico, sexo y ámbito rural y urbano. La ministra de Salud, Ximena Aguilera, destacó que la encuesta muestra el retroceso en algunos parámetros tras la pandemia y recalcó que la salud no solo es atender enfermedades, sino mejorar el bienestar de la población. Principales resultados 68,5% de la población califica su calidad de vida como buena o muy buena (estable versus 2015-2016). Brecha por ingresos: 63,3% en el primer quintil reporta buena calidad de vida versus 89,2% en el quinto. El bienestar emocional baja de 5,7 a 5,4 puntos (escala 1–7). 51,2% de la población es inactiva físicamente; mujeres 57,6%, hombres 44,5%. La falta de compañía frecuente sube a 11,5% (7,6% en 2015-2016) y la exclusión social a 6,4% (3,9% en 2015-2016). 19% reporta depresión, ansiedad u otro trastorno de salud mental. 63,9% tiene al menos una enfermedad crónica y 40,1% dos o más. Las mujeres presentan mayor prevalencia en la mayoría de las condiciones. Tabaco y hábitos Prevalencia de consumo en el último mes: 27,9%. 63,9% de las personas fumadoras desea dejar de fumar (alza respecto de 2015-2016). Disminuye la exposición al humo de tabaco en lugares de trabajo. Estrategias intersectoriales Aguilera subrayó el trabajo con Educación, Deporte, Salud y Desarrollo Social, incorporando actividad física en los colegios, promoviendo caminatas en trayectos cortos y reforzando el rol de los municipios como socios estratégicos para mejorar la calidad de vida en los territorios. Como primera línea base post pandemia, la ENCAVI 2023-2024 permitirá monitorear la recuperación en áreas afectadas -como la conexión social- en futuras mediciones.
Un estudio de la Universidad de Columbia ha descubierto que el aroma de nuestra pareja o de un ser conocido y afín a nosotros puede ayudar a reducir los niveles de estrés. Las pruebas se han realizado con un total de 96 parejas de sexo opuesto. A los hombres se les entregó una camiseta nueva para que las impregnaran con su aroma natural durante 24 horas, sin “contaminarlas” con otros olores como colonias, cremas, tabaco o comida. Estas prendas fueron posteriormente congeladas para su preservación. Las mujeres, por otra parte, fueron las encargadas de olerlas y diferenciarlas, puesto que su capacidad olfativa está más desarrollada que la de los varones. Marlise Hofer, autora principal del estudio y psicóloga, asegura que muchas personas usan la camisa de su compañero o duermen en el lado de su pareja cuando esta no está. Pero, pueden no darse cuenta por qué se involucran en estos comportamientos. Nuestros hallazgos sugieren que el aroma de un compañero solo, incluso sin su presencia física, puede ser una herramienta poderosa para ayudar a reducir el estrés. Las voluntarias del experimento fueron asignadas al azar para oler estas prendas. Las camisetas podían ser totalmente nuevas, usadas por su pareja o por otro de los sujetos que se sometieron a la prueba. Sin saber cuál se les había dado a cada una, pasaron por tres pruebas diferentes : una entrevista simulada, un examen matemático y una muestra de saliva para medir sus niveles de cortisol. Por último, se sometieron a un test de preguntas sobre su nivel de estrés en cada una de estas actividades. Descubrieron que las mujeres que habían olido la camisa de su compañero se sentían menos estresadas, tanto antes como después de la prueba de esfuerzo. Aquellos que olieron la camisa de su pareja y también identificaron correctamente el olor también tenían niveles más bajos de cortisol, lo que sugiere que los beneficios de reducir el estrés del aroma de la pareja son más fuertes cuando las mujeres saben lo que están oliendo. Por el contrario, las mujeres que habían olido el aroma de un desconocido presentaban niveles más altos de esta hormona a lo largo de la prueba de medición de estrés. Un fenómeno relacionado con la evolución Los autores del proyecto especulan que los factores evolutivos podrían influir en por qué el olor de un desconocido afecta nuestros niveles de cortisol. Desde una edad temprana, los humanos temen a los extraños, especialmente a los hombres desconocidos, por lo que es posible que un aroma masculino poco familiar desencadene la respuesta de ‘lucha o huida’ que conduce a un aumento del cortisol, explica Hofer. Añade, además, que esto podría suceder sin que seamos plenamente conscientes de ello. Frances Chen, otra de las autoras principales del estudio y profesora de la Universidad de Columbia, ha asegurado que los hallazgos podrían tener implicaciones prácticas para ayudar a las personas a lidiar con situaciones estresantes cuando están lejos de sus seres queridos. Según ella, con la globalización, la gente viaja cada vez más por el trabajo y se muda a nuevas ciudades. Nuestra investigación sugiere que algo tan simple como llevar una prenda de vestir que usó su ser querido podría ayudar a reducir los niveles de estrés cuando está lejos de su hogar.
En primer lugar, la soledad se define como el sentimiento doloroso que surge de la brecha entre las conexiones sociales deseadas y las reales, mientras que el aislamiento social se refiere a la falta objetiva de relaciones sociales suficientes. Alejandra Fuentes-García, académica de la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, explicó que la soledad no es solo una experiencia emocional individual, sino un fenómeno social complejo: un determinante social emergente de la salud, con impactos comparables a otros factores de riesgo conocidos como la obesidad o el tabaquismo. Proyectores Y subrayó que, si bien puede afectar a personas de todas las edades y contextos, “su impacto es especialmente fuerte en jóvenes, personas mayores, personas con discapacidad y migrantes, asociándose a un mayor riesgo de enfermedades físicas y trastornos mentales”. Por su parte, la doctora Viviana Guajardo, coordinadora de la Estrategia de Salud Mental de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, complementó que la soledad “es una experiencia emocional, sin que necesariamente una persona se encuentre objetivamente sola”. En cuanto al aislamiento social, señaló que “ocurre cuando alguien tiene pocas relaciones o interactúa poco con otros, aunque no siempre implica sentirse solo, ya que algunas personas disfrutan de la soledad”. Y enfatizó: “La desconexión social (soledad o aislamiento social) es un factor de riesgo para la salud. En el caso de la salud física, hay evidencia de un mayor riesgo de muertes prematuras y enfermedades crónicas como las cardiovasculares, hipertensión y diabetes mellitus”. En términos de salud mental y emocional, se ha descrito un aumento de síntomas depresivos, ansiedad, pensamientos suicidas y autoagresiones. En personas mayores, también se asocia al deterioro cognitivo y al riesgo de demencia. Además, puede afectar la autoconfianza y generar una sensación de menoscabo personal. La relevancia de la conexión social Según Fuentes-García, “la conexión social es una necesidad vital. A lo largo de nuestro curso de vida –desde la infancia hasta la vejez– los vínculos significativos protegen nuestra salud física y mental, fortalecen nuestra resiliencia y nos dan un sentido de pertenencia. Aunque las necesidades de vínculo cambian con el tiempo, nunca desaparecen”. Agregó que “la conexión con otras personas –ya sea con amistades, familia, colegas, comunidades o redes afectivas diversas– tiene efectos concretos y acumulativos en nuestra salud física, mental y social. Las personas más conectadas socialmente viven más años, tienen mejor salud mental, se recuperan más rápido de crisis y se sienten parte de un colectivo mayor”. En la misma línea, la doctora Guajardo explicó que la conexión social es clave durante todo el ciclo vital. “En la infancia y adolescencia, fomenta la empatía, la autoestima y el aprendizaje emocional. En la adultez, actúa como red de contención frente al estrés, el duelo o la sobrecarga laboral. En las personas mayores puede prevenir el deterioro cognitivo y la pérdida de sentido vital”, indicó. ¿Cómo enfrentar la soledad y el aislamiento? Ambas especialistas proponen una serie de medidas para construir sociedades más inclusivas, con sentido de comunidad, y donde la vida colectiva sea valorada. Según Fuentes-García, esto requiere una hoja de ruta que trascienda lo individual: Repensar las formas de vivir, habitar y vincularnos. Diseño urbano inclusivo, con barrios caminables, transporte público accesible y “terceros lugares” como plazas, bibliotecas o cafés que promuevan encuentros informales. Modelos de vivienda que superen el aislamiento, como las residencias colectivas o intergeneracionales, que permitan redes de apoyo, especialmente para personas mayores o jóvenes que viven solos. Políticas laborales que valoren el descanso y la vida social, como una correcta implementación de la Ley de 40 horas. Educación emocional, desde etapas tempranas, que permita conocer y expresar emociones, y establecer vínculos significativos, incorporando además un uso ético y humano de la tecnología. Por su parte, la doctora Guajardo destacó algunas de las recomendaciones entregadas por la OMS: Campañas comunicacionales que promuevan la importancia de las conexiones sociales, adaptadas a las realidades locales. Estrategias comunitarias en lugares de residencia, estudio o trabajo, que incentiven la interacción social. Centros de atención de salud como espacios de fomento de redes de apoyo, además de capacitar a los profesionales para que recomienden actividades comunitarias como medidas de autocuidado. Formación en empatía, escucha activa y gestión emocional en escuelas y universidades. Talleres para personas mayores enfocados en habilidades de comunicación y fortalecimiento de vínculos. Uso de herramientas tecnológicas que favorezcan el contacto cara a cara.